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Una suiza “portavoz de los bandidos” en la ONU

Testimonio de Verena Graf, defensora de los pueblos sin voz, al concluir, quizás la última sesión de la Comisión de los Derechos Humanos. 

 


Verena Graf (centro) junto a dos delegadas de LIDLIP en el Palacio de Naciones Unidas en Ginebra.

 

Verena Graf es una suiza que lleva 26 años luchando sin claudicar por la defensa de los derechos de los pueblos sin voz, a pesar de las presiones políticas y de las dificultades financieras de su organización.

Es la representante helvética de la Liga Internacional por los Derechos de los Pueblos (LIDLIP), una ONG con sede en Ginebra. Entrevista.

Verena Graf es oriunda de Berna. Llegó a Ginebra en 1974 a trabajar como secretaria en un importante estudio de abogados ginebrinos, especializado en temas laborales y sociales. Con los juristas adquirió una importante experiencia en derecho internacional y del tratamiento de expedientes judiciales y de diferentes formas de negociación.

Toma de conciencia

Pero su compromiso por la causa de los derechos de los pueblos nació después de un viaje iniciático por América del Sur, en particular durante su estadía en Brasil:

 “Fue allí donde me di cuenta  de las injusticias y donde tomé conciencia de que nunca más  podría estar de lado de los poderosos. Fue como un nuevo despertar en mi vida y al retornar a Ginebra me dije que no podría pasar el resto de mi vida encerrada en una oficina,” recuerda.

Capital de los derechos humanos

Cabe señalar que en los años 70 Ginebra se había convertido en la capital de los derechos humanos. Cada año se daban cita representantes de diferentes agrupaciones que acudían al Palacio de las Naciones a estampar denuncias sobre las violaciones de los derechos fundamentales de las personas.

Era la década de las dictaduras latinoamericanas: Bolivia, Perú, Uruguay, Chile, Argentina, Paraguay y Brasil, eran países gobernados por presidentes de facto y en los cuales las violaciones de los derechos humanos eran moneda corriente.

Fueron los años del exilio masivo, de la tortura institucionalizada, de la desaparición de personas, de leyes de impunidad. Al mismo tiempo, en Europa y en particular en Suiza, la solidaridad se organizaba, denunciaba.

En ese contexto, una mujer con la sensibilidad que caracteriza a Verena, no podía seguir siendo espectadora de lo que sucedía a su alrededor. Decidió involucrarse.

Representante en la ONU

“Comencé a trabajar oficialmente  en 1979, cuando la Liga Internacional por los Derechos y la Liberación de los Pueblos (LIDLIP)  recibió su estatus consultivo en la ONU y necesitaba de una secretaría benévola que asumiera la representación en Suiza”, precisa Verena Graf.

Se puede decir que ahí empezó su “carrera” en Naciones Unidas, como representante de la Liga, una de las primeras ONG creadas en el contexto de la época y fundada en Italia por Lelio Basso.

“Mi rol era negociar en las instancias de la ONU un espacio  para poder hablar sobre  los  pueblos que no tienen voz y que no estaban representados en esos organismos, o que no tienen ni tendrán nunca la posibilidad de ser escuchados en esas esferas”, agrega.

Portavoz de los bandidos

A la hora del balance, Verena Graf es categórica en afirmar que no solamente los inicios fueron duros y difíciles, sino también lo son tiempos actuales, “porque siempre nos enfrentamos a gobiernos, a Estados que no representan a sus pueblos".

“Para nosotros el problema es doble, porque nuestro tema es el derecho de los pueblos y entonces entramos en el terreno político porque  siempre nos hemos ocupados de movimientos, de pueblos que luchaban por su  liberación e independencia”.

“Desde los comienzos nos calificaron como terroristas, ya en esa época y no solamente después del 11 de septiembre del 2001 como se podría creer”, afirma.

Por ejemplo, Verena Graf recuerda el caso de Eritrea. “Cuando interveníamos por ellos en la ONU, el delegado de Etiopía durante la asamblea plenaria me acusó de ser la portavoz de los bandidos”.

“Lo mismo cuando defendíamos al pueblo saharaui, el embajador de Marruecos  me acusó también en la ONU de ser una mercenaria de las palabras.”

Sin contar los casos de presiones de delegados oficiales que intentaban de impedir que Verena Graf tomara la palabra para hablar, por ejemplo, a nombre de los pueblos indígenas. O de las amenazas veladas, cartas anónimas, llamadas telefónicas insultantes y otros tipos de acosos.

El hecho de que Verena Graf es ciudadana suiza, le ha servido siempre de protección. Pero ello no le evitó de integrar la lista de “personas no gratas” en Chile y Argentina en particular. Durante los años de dictadura, su entrada a estos países estaba prohibida. Es más, su vida corría peligro.

Al encuentro de la historia de los pueblos

Pero no todo ha sido presiones, chantajes y problemas financieros en sus 26 años representando la LIDIP. Verena Graf recuerda también “momentos gloriosos”, marcados por el encuentro con personas excepcionales en el ámbito de los derechos humanos.

Entre estos personajes figuran dos premios Nobel de la Paz, la guatemalteca Rigoberta  Menchu (1992) y José Ramos Horta (1996), actual ministro de Relaciones Exteriores de Timor Oriental.

“Recuerdo en particular mi encuentro con José Ramón Horta, que  hoy es ministro de relaciones Exteriores de Timor, un país que logró su independencia en 1999 y por el cual  también intervenimos mucho en la ONU”, explica.

“Cuando el Timor Oriental logró su independencia en 1999 fue una gran alegría para nuestra organización y un gran motivo de satisfacción personal, pues durante muchos años trabajamos junto con José Ramón Horta”, recuerda Verena Graf.

Con Rigoberta Menchu

“Otro caso que recuerdo muy gratamente y que tiene que ver con los pueblos indígenas de cuyo caso nos ocupamos ahora, (Declaración de derechos de pueblos indígenas), es el de Rigoberta Menchu”, agrega.

“Tuve el privilegio de conocer a Rigoberta mucho antes de que fuera premio Nobel de la Paz 1992 y embajadora de buena voluntad de la UNESCO. Me recuerdo bien porque en ese entonces ella apenas sabía hablar español y no sabía dirigirse ante los delegados en  las sesiones de la Comisión de los derechos Humanos de la ONU”.

Pero en su lista de personas que conoció de cerca o que ayudó a preparar declaraciones y hacer contactos, hay muchos que destacaron después en carreras políticas o como delegados  de sus propios pueblos o países ante los organismos internacionales.

Es el caso hoy del dirigente indígena mapuche Aucán Huilcamán, y de muchos otros opositores a las dictaduras argentina y chilena, “personas que en su tiempo también fueron calificados como terroristas por sus gobiernos”,  subraya con ironía.

Un caso emblemático

Pero en el ámbito de causas, Verena Graf retiene una en particular, la chilena, por su duración en el tiempo, por la red de contactos y amistades que anudó, y porque fue la que le permitió perfilarse en el mundo diplomático, de las conferencias y de negociaciones internacionales.

“Recuerdo mucho Chile porque  fue una de las primeras causas que he defendido, ya que entonces tampoco yo sabía hablar bien el español, pero  fue con la causa de la resistencia chilena que aprendí yo también hablar ante las asambleas de la ONU”, explica.

En el caso chileno, confieso que en realidad tenía pocas ilusiones porque pensaba que Pinochet se quedaría en el poder hasta el final de sus días. Grande ha sido mi satisfacción de constatar que no ha sido así”.

“Cuando hubo el cambio, supe después por exiliados que los chilenos que lucharon en el interior siempre estuvieron enterados de nuestras actividades en la Comisión de los Derechos Humanos de la ONU y eso nos confirmó que nuestro trabajo no había sido en vano.”

“Es verdad, que a veces no tenemos señales claras, ni reacciones sobre nuestras actividades, pero sabemos que sirve lo que hacemos y eso es lo más gratificante para alguien comprometida en la defensa de los derechos de los pueblos,” subraya.

Vínculos que atan

Por último, y ante la imposibilidad de enumerar a todas las personas que de una u otra manera han estado relacionado al trabajo de solidaridad de la LIDIP, Verena Graf se limita a confirmar con satisfacción, que los contactos se mantienen a través del tiempo.

“Trabajamos con personas, con gente que posee un alto grado de sensibilidad social y entonces nuestros contactos prosiguen más allá de la defensa puntual de las causas. Entonces, los lazos que se crean son muy fuertes”, dice.

“En la solidaridad por ejemplo, hoy  tenemos un delegado gubernamental de Guatemala que antes era miembro de la oposición a la dictadura militar, y entonces recuerdo que teníamos que acompañarlo al aeropuerto, protegerlo  porque estaba amenazado de muerte y ahora la relación continúa en el plano de la amistad.”

Verena Graf concluye reafirmando que esos lazos y esos contactos con la gente, son mucho más gratificante y compensan ampliamente las dificultades financieras, los problemas políticos y la vigilancia policial, de la que a menudo son objeto las organizaciones no gubernamentales. Más aún, en una época de las amalgamas fáciles con el terrorismo.

Swisslatin, Alberto Dufey

Causas olvidadas

Verena Graf ha entregado toda su vida a la causa de la autodeterminación de los pueblos, ideales que debe conjugar con el pragmatismo: el de hacer funcionar una ONG en el plano diplomático y financiero.

En lo diplomático lamenta la ausencia de voluntad política para hacer avanzar algunas causas. En lo financiero, hasta el momento cuenta con el apoyo de su país, Suiza.

La Liga apoya las luchas contra toda forma de opresión, de dominación y discriminación. En su acción política, cultural e informativa trabaja por la creación de un derecho internacional basado en la defensa de los derechos de las personas y de los pueblos, y busca convergencias con el mayor número de organizaciones posible.

La Liga suiza es una sección de la Liga Internacional por los Derechos y la Liberación de los Pueblos (LIDIP), cuyo presidente es el Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel.

Por su carácter esencialmente político, esta ONG debe hacer verdaderos malabares para encontrar financiamiento para sus tareas. Por suerte, hasta ahora, Verena Graf, la secretaria general permanente de la LIDIP ha conseguido apoyo en su propio país, Suiza.

“El gobierno suizo apoyó nuestro  proyecto  contra la impunidad, cuando nuestra organización se ocupó  del tema en América Latina, donde los autores de violaciones a los derechos humanos se amparaban en leyes de impunidad aprobadas por gobiernos dictatoriales”, explica.

“También las autoridades ginebrinas nos ayudan financieramente y gracias  a esas colaboraciones podemos continuar desarrollando nuestro trabajo”, agrega.

Pero la situación no es nada fácil, pues medidas de reducción del gasto público se han aplicado en todas partes, lo que influye en el apoyo financiero a las actividades de la ONG.

Apoyo sólo para las grandes ONG

“En nuestros comienzos las  agencias nacionales recibían dinero  por parte de los gobiernos, ayuda que se restringió, lo que ha hecho que las pequeñas organizaciones no gubernamentales desaparecieran. Ahora los gobiernos apoyan sólo a  las grandes”, recalca Verena Graf.

“Otro apoyo importante provenía de las municipalidades y en menor medida las cotizaciones y donaciones de personas, de militantes sensibilizados con las causas de los derechos de los pueblos”, agrega.

“Puedo afirmar que durante los 26 años que llevo trabajando en esta ONG  varias veces pensé que era el último año que lo hacía, que había que cerrar debido a la permanente falta de recursos. Nunca nada está asegurado en este trabajo”, suspira.

A las dificultades financieras se agregan los problemas políticos, aspectos estos que tienen que ver directamente con la política internacional, en particular con los intereses de las grandes potencias y de Estados que, que por ejemplo, no quieren reconocer el derecho a la autonomía de los pueblos indígenas.

Swisslatin: ¿Cuáles son las causas sin solución?

Verena Graf:  “Siempre las mismas, la lucha olvidada del pueblo saharaui, la de los tamiles de Sri-Lanka, de los kurdos y, también la de los vascos. Como se sabe los vascos son considerados hoy como terroristas, pero detrás hay todo un pueblo que aspira a que le sean respetados sus derechos”.

“Pero también hay causas de las cuales  no se habla porque sus representantes no pueden salir del país y tampoco tienen medios para hacerse oír. Hay casos en África y en Asia de los cuales se habla sólo cuando hay genocidios y eso es lamentable”, agrega.

Pero en medio de este panorama poco halagador, esta incansable luchadora helvética está satisfecha al menos por una gran causa, la de los pueblos indígenas “porque ahora ellos ya tienen  voz y son considerados en la ONU”, precisa.

Swisslatin: ¿Y cuál es entonces su balance del decenio de los pueblos indígenas?

V.G.: “Yo hago un balance bastante positivo. Como he seguido la trayectoria desde el principio, veo como ellos han ocupado la escena internacional y el mundo ha tomado conciencia de la existencia de 3 millones de pueblos indígenas”.

“Hoy tienen una voz y en el grupo de trabajo de la ONU pueden participar al mismo nivel que los gobiernos, aunque estos últimos son los que deciden y votan. Pero se han dado muchos pasos positivos”.

Por último, Verena Graf lanza un llamado a la juventud helvética para que asuman el relevo de su trabajo:

“Espero que la juventud crea también en estos ideales que yo defiendo, que no considero ideales en el sentido de la palabra, son una obligación de luchar por los pueblos que no tienen voz. Es una lucha con las palabras, con la información y  para mí ya 26 años son muchos y entonces quisiera pasar el testimonio a otros”, concluye.

Swisslatin - Aldu

 

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